“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.
Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.
Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” Efesios 6: 1-4 (RVR 60)
Estos versículos encierran un modelo de educación familiar. Aquí, Pablo, al dirigirse a los hijos introduce la palabra Señor, o sea teniendo a Jesús como modelo de mansedumbre, obediencia y amor.
Sigue usando las palabras obediencia y honra como respeto. Aclara también que esto trae bendición. Haciendo todo esto la consecuencia será que, a ese hijo, le va a ir bien en la vida, que será un hombre o una mujer honorable, con principios, con valores.
También se dirige a los padres, diciéndoles: no provoquéis a ira. Provocar a ira sería engañarlo, asustarlo con mentiras, desvalorizarlo.
Pablo exhorta a los padres a educar responsablemente a sus hijos, haciéndose cargo de esa responsabilidad como intransferible.
No son los abuelos, las niñeras ni la escuela, quienes deben educar a los niños, son los padres.
También habla de criarlos en disciplina y amonestación del Señor, nuevamente aparece la figura de Jesús como modelo.
Yo no me imagino a Jesús educando un hijo y diciéndole… “pórtate bien porque si no viene el cuco” o “no seas tonto, no sirves para nada”.
Jesús enseña valores y valora a las personas. Él se toma el tiempo necesario para conducir en amor a un camino de rectitud. Cristo enseña a amarse y amar a los demás con ese mismo amor. Él no obliga, aconseja, como lo hace a través de Pablo “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna”. 1 Corintios 6: 12 (RVR 60)
Creo que es válido pensar en esto y ponerlo en práctica, por nuestros hijos, por nuestros nietos, por la sociedad en su conjunto. Que Dios nos bendiga.